24 de febrero de 2015

SANTIAGO, MAESTRO RENACENTISTA


Aunque sigue formando parte de nuestro centro, Santiago Franco se ve liberado por la jubilación, de la tiranía del timbre, la presión de las evaluaciones o la tensión que produce quien no quiere aprender. Que disfrute mucho la nueva situación, ese nuestro deseo.
Nosotros, toda la comunidad educativa, lo hemos disfrutado a él más de cuarenta años. No queremos ser egoístas, pero no vamos a renunciar sin más a lo mucho que aún le queda que aportarnos.
Como el genio renacentista por antonomasia, como Leonardo, Santiago tiene tantas facetas que ha dejado su huella en discípulos y colegas, no con doctrinas y teorías, sino porque nos ha enseñado con su ejemplo a plantearnos la enseñanza de otra forma.
Como el maestro Da Vinci ha sido el profesor innovador, el que ya en mitad de los setenta del pasado siglo, dejaba con los ojos muy abiertos a sus alumnos: ¡lo que decían los libros podía tocarse, sentirse, observarse, se podía aprender de lo que tenemos a nuestro alrededor! El que les planteaba retos, el que los hacía sentirse a la altura de otros para competir por un premio, el que observaba para descubrir en cada uno del grupo su mayor talento y sacarle partido. El que no sólo ha enseñado, sino que ha enseñado a descubrir por sí mismo al alumno. Y eso cuando todas estas orientaciones no estaban, como ahora, impuestas por decreto.
Como el primer “inventor” florentino, ha sido pionero, con otros maestros de buenísima madera que también hemos disfrutado como compañeros, en esa forma discretamente revolucionaria de enseñar. Durante casi veinte años en el seno del Grupo Mar Menor ha creado innovadores materiales para enseñar Ciencias Naturales o las áridas matemáticas, los ha compartido y, lo que es aún más valioso, ha sembrado en otros enseñantes la inquietud por seguir ese modelo.
Como el muy completo artista toscano, ha aderezado con su curiosidad y su sensibilidad nuestro equipo de la biblioteca escolar, uniéndose a cuantos proyectos hemos emprendido; siempre con entusiasmo, siempre haciéndonos ver los logros conseguidos aunque no fueran los esperados.
Como el humanista en el sentido más genuino que es, ha sido un delicado compañero, que percibe si el recién llegado necesita ser acogido, que se da cuenta del que demanda ser escuchado. Y lo hace siempre -casi siempre dice él- con la herramienta de la sonrisa en una conversación ingeniosa.
Parecería que no tiene defectos. Seguro que hay quien se los encuentra, pero a nosotros, sus alumnos y compañeros, nos los ha mostrado muy de tarde en tarde. ¡Ah, sí, uno, que también debía tener el sabio-pintor-ingeniero, su tendencia al perfeccionismo que retrasa el trabajo final.
Incluso, fijaos bien, si con una buena barba no le trae un airecillo al polifacético florentino.

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