Salimos de San Javier a las ocho y media y en una hora, más o menos, ya estábamos allí, en el Campus de Espinardo. La obra comenzó en breve y todos cogimos asiento para verla. La coordinadora del evento nos dio la bienvenida y los cuatro actores empezaron a trabajar. La acción transcurría entre la casa de la protagonista y la calle, por lo tanto, contamos con un cambio de escena que fueron los biombos a los que les daban la vuelta.
La interpretación de cada uno de los actores en cada papel que tenían asignado fue espectacular, aunque se hizo un poco difícil diferenciar a algún personaje, pues sólo había cuatro actores y la mayoría tuvieron que representar más de uno. Lo curioso de esto es que le suma más mérito a su interpretación. La gesticulación y los movimientos corporales nos sacaron más de una sonrisa e hicieron que nadie parpadeara durante la escenografía.
En cuanto a los aspectos técnicos, la iluminación estaba hecha a base de focos superiores y otros en el borde del escenario con una forma particular: coliflores de plástico. El sonido tuvo unos pequeños problemas, casi insignificantes, y es que, de vez en cuando, se le iba la sensibilidad a los micros.
Tras un breve diálogo con los actores tras la representación, abandonamos la sala y tuvimos un descanso para tomarnos el almuerzo. Llegamos a San Javier a las doce y, creo que hablo por todos si digo que, con un buen sabor de boca tras degustar los placeres del arte del teatro.
Eva Meroño
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